miércoles, 24 de octubre de 2012

Donde quiera que estés, espero que seas feliz.


En días como hoy el tiempo parece no terminar de pasar nunca y las palabras suenan todas iguales y sin sentido. En días como hoy da la sensación de que el sol no piensa en volver a iluminar el cielo. En días como hoy mi yo siente que no está completo. En días como hoy... me faltas tú.

Mi espalda apoyada sobre la silla, muchas respiraciones por minutos, una pierna que no cesa de moverse. Mil preguntas en la cabeza y ninguna respuesta. La habitación vacía pero llena de sentimientos incontrolables. Hace tiempo, mucho tiempo, que no estás a mi lado. Una mirada fija en un punto invisible, pensamientos que van y vienen. Te echo de menos. Ha sido un largo periodo sin tu presencia, tu cariño, tus palabras. No me acostumbro a no pertenecer a tu día a día, a no verte y sonreír por el simple echo de tenerte frente a mí. No me acostumbro a ver mil y un fotos del pasado y darme cuenta de que por mucho que lo desee no vas a volver.

Los años quizá no pasaron como me hubiese gustado, pero recuerdo cada instante a tu lado con un amor indescriptible. Fuiste esa clase de persona a la que es obligatorio querer. Tus andadas, historias, recuerdos... Siempre haciéndome sentir afortunada. Siempre haciéndome sentir orgullosa. Ese fue uno de mis mayores errores, no decirte lo orgullosa que estaba de ti. Me pareciste un héroe que guardaba en cada cicatriz de su cuerpo una parte de su vida, algo que contar. Luchaste hasta que la situación no te lo permitió más, pero ganaste. Para mí, ganaste.

Soy consciente de que crecí, que cambié mi forma de ser, que es posible que ya no corriese a colgarme de tus brazos ni te pidiese a gritos pasar tiempo contigo. La vida nos va moldeando cada segundo y es imposible permanecer siempre igual. Pero te juro que nunca perdí la ilusión al verte sonreír cuando como una familia entrábamos por la puerta y comíamos mientras nos contábamos qué tal había se había portado la semana, el mes o incluso el año. Te juro que nunca perdí la ilusión de abrazarte y sentir ese calor que sólo tú eras capaz de aportar. Te juro que nunca dejé de considerarte el más grande, el mejor.

No perdonaré al destino por no haber permitido que te dijese una última vez lo mucho que te admiro, por no haberme dejado estar a tu lado y suplicarte al oído que no me abandonaras. Lamentablemente nada lo va a cambiar y por eso intento recordarte sin lagrimas en los ojos para poder imaginar tu rostro tan alegre como estaba aquella última vez que te vi. Te ganaste ese pedazo de cielo, que sé que ahora tienes, por tus propios méritos. Y aunque allí es posible que todo sea mejor, en el suelo y entre nosotros, siempre va a caminar un hombre que supo enseñarme el significado de la palabra valor.

“Que una persona cuando se va al cielo sigue viva en el corazón de cada persona que lo recuerda. Tú siempre seguirás vivo en el mío.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario