domingo, 7 de octubre de 2012

Y así van pasando días.

Caminas, caes, levantas…y así durante toda tu vida. Jamás acabas viendo el final, porque el final no se ve. Simplemente llega y ya esta. Son horas, minutos y segundos. Eternos momentos que crees no acabaran nunca y, sin embargo, un día las gotas de lluvia te despiertan dando golpes contra tu ventana y es justo en ese instante cuando comprendes que el sol tardará en volver a salir. No sabes como ni por qué y no puedes explicarlo , pero entre tus huesos hace frío y ese viento que tanto aterra acaba por colarse en tus pulmones colapsandolos. Es entonces cuando no puedes respirar, cuando se te cierra cada parte del cuerpo y el corazón siente una enorme presión. Apoyas la mano sobre tu pecho y escuchas “Pum” y dos segundos mas tarde, solo queda el vacío. Inerte, de pie, mirando fijamente a la nada. Una lágrima recorre lentamente tu mejilla y puedes sentir esa sensación de sal cuando atraca en tu boca. No te mueves, no reaccionas. Es como si tu alma acabase de esfumarse por completo y solo quedasen en tu cuerpo millones de recuerdos. Millones de esperanzas. Millones de vivencias. De repente como por arte de magia un suspiro expira y en la palma de tu mano sientes el latido de tu corazón. Lo notas diferente, pero no das importancia. Observas el reflejo de una persona en el espejo. Eres tu, pero apenas te puedes reconocer. Sonríes. Las gotas de lluvia siguen deslizándose por tu ventana y el cielo esta cubierto de nubes negras. Ahora si que estas completamente segura de que la gran estrella, volverá a salir, pero no brillará con la misma intensidad. Y es que hay personas que desconocen que no hace falta morir para no sentirte vivo.

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