Quizás no era un buen gato, quizás no era un gato cariñoso,quizás a nadie le gustase su forma de ser o quizás lo evitaban por miedo a que les hiciese daño.
Yo se que no era un buen gato. Siempre se subía a la mesa intentado buscar el mas mínimo rastro de migajas de pan para comérselas. Le encantaban. Y en esa hazaña siempre acababa tirando mas de un vaso, rompiéndolo en mil pedacitos que luego me tocaban barrer a mí.
Yo se que no era una gato cariñoso. Nunca me buscaba para restregarse contra mis piernas, y siempre bufaba al que le molestaba cuando estaba concentrado observando a las abejas merodeando por las flores.
Quizás no era la mejor mascota que alguien pudiese tener. Por eso mismo, él no era mi mascota. Era un colega de esos que aunque no te lo digan constantemente siempre están cuando más lo necesitas. Quizás no me buscaba para restregarse contra mis piernas a todas horas, pero lo hacía cuando estaba enferma o cuando llegaba de algún lugar con ganas de llorar.
Se convirtió en un gato feo, de mirada triste y extremadamente delgado. La leucemia acabó con él. Quizá era por eso que nadie quería acercársele. Les daba pena. A mi me parecía fuerte, con ganas de luchar. Pero se lo impidieron. Quizá nunca fue un gato normal. Pero era mi gato.
Cada vez que el humo de la chimenea deposita el hollín mientras el fuego se consume me acuerdo de él. De MI Hollín. Me acuerdo de su mirada de mafioso, y de sus trastadas. De sus garras que amenazaban con rasguñarte y de sus bigotes llenos de migas de pan. Me acuerdo un gato negro mirando por la ventana, impaciente porque alguien pudiese salvarlo.
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