miércoles, 9 de julio de 2014

Latidos como banda sonora.


Hay muchas cosas en nuestras vidas que no funcionan de la forma en la que realmente nos gustaría. Momentos en los que nos asustamos frente a aquello que se nos viene encima. Situaciones en las que deseamos desaparecer y huir del futuro llamando a nuestra puerta. Sin embargo, las cosas cambian cuando ese futuro se presenta con una sonrisa cautivadora. Una sonrisa que desde el primer momento consigue ganar tu interés y hacer aparecer un atisbo de felicidad sobre tu rostro. Ese es el futuro más temido, el que aparece como un presente pasajero pero empieza a gustarnos; y empieza a rondarnos la idea de que perdure, porque nos encanta aferrarnos al pensamiento de que podremos permanecer tan contentos como ahora con el paso de los años. Esas ganas de continuar, de seguir con ese futuro incierto pero verdadero y sobre todo intenso, es lo que me gusta llamar amor. Y ese futuro tiene un nombre y unos apellidos, unos ojos, unas manos, unas piernas y una boca que me vuelve loca. Que me pide a base de susurros y tímidas mordeduras en el labio inferior que la coma a besos, que le quite la respiración durante un par de segundos. Eso es el amor, dejar de vivir durante unas milésimas para dedicar toda tu fuerza de supervivencia en rodearlo con tus brazos para no separar su cuerpo del tuyo. En perder la noción del tiempo mientras el sudor resbala por su espalda a la vez que un pequeño arañazo deja la prueba de la conexión entre ambos. El amor es llorar por las dudas de que se te escape ese futuro, de no ver un mañana si no es a su lado y las ganas y el empeño en fingir que realmente no importa que se esfume. El amor es aparentar ser fuerte ante los golpes de la vida y sin embargo, ser frágil y quebradiza si su respiración ronda tu cuello. 
Con frecuencia afirman, niegan o me preguntan si vivo enamorada de mi futuro incierto, y sólo se me pasa por la cabeza contestar que la idea del amor es diferente para cada ser humano, pero que si estar enamorada es no saber expresar lo que se sientes ni cómo lo sientes, desear tenerle entre tus brazos a todas horas y querer estar tumbada a su lado sin importar nada más sólo porque tienes delante sus brillantes ojos, sin la necesidad de hablar, sólo apoyando la cabeza en su pecho y mirar la vida pasar con sus latidos como banda sonora; entonces la respuesta es que sí.  

domingo, 29 de diciembre de 2013

2013

Y así sin venir a cuento y sin saber por qué, estoy aquí escribiendo esto a falta de tres días para que acabe el año. No se por qué pero he sentido la necesidad de ponerme a escribir como una loca. Ha empezado a sonar en el reproductor 'Because you loved me' una canción extremadamente vomitiva (cursi) si, pero ha sido comenzar a sonar y empezar a caer las lagrimas en mi rostro. No se a ciencia cierta por qué, pero no me voy a molestar en averiguarlo. Solo se que necesito decir todo lo que viene a continuación.

Este año no ha empezado siendo el mejor de mi vida ni de lejos, pero al final me he dado cuenta de que ha sido un buen año y me ha servido para aprender muchas lecciones. Mucha gente no sabe todo lo que pasa por mi cabeza a lo largo de los días. No sabe lo que pienso ni lo que me planteo. No es una mente fácil de comprender, en ella se echa mucho de menos a mucha gente. Es entendible pues día a día me faltan muchas personas, sin embargo he aprendido a vivir con ello. Muchos no conocen esta sensación, no saben lo que es decir adiós a una persona sin saber que no la vas a volver nunca más. Se que cada cual tiene su vida, sus conflictos y ninguno es mas importante que el del resto. También sé que mi vida no es perfecta, pero no está lejos de serlo. Tengo una familia que me quiere, una casa, lo justo para vivir  y amigos que a todas horas están dispuestos a sacarme una sonrisa. ¿Para qué pedir más? Las cosas no cambian, van siguiendo su curso, pero hay que tener presente que el cauce no es igual en todos puntos. Por eso ahora quiero decir a todo y a todos que MUCHAS GRACIAS.

Gracias a todos los muros invisibles con los que me he chocado (tanto en sentido literal como figurado) porque sin ellos no habría aprendido a fijarme con mas detenimiento en lo que me rodea. Gracias por cada grito que me he llevado fuera de quien fuera porque me han servido para aprender a escuchar y a callarme cuando era necesario. Gracias a cada luz que me quitó el miedo cuando la casa estaba oscura y a las que me hicieron ver que no todo es oscuridad. Gracias a cada manta que me arropó cuando tenía frío o simplemente cuando necesitaba cobijo. Gracias a cada vaso de agua que me quitó la sed y me enseñó la importancia de las cosas sencillas.

Pero sobre todo gracias a ti que te reíste cada vez que me di de bruces contra algo y luego preguntaste entre risas si estaba bien. Gracias a ti que no te callaste nada de lo que tenías que decirme aunque no fuese bueno, porque por ello he aprendido arreglar desastres que tenía pendientes. Gracias a ti que pasaste miedo conmigo o que me hiciste pasar miedo para luego abrazarme y decirme lo tonta que soy y lo mucho que me quieres. Gracias a ti por llenarme los vasos y ayudar a que me calmara cuando lo he necesitado. Gracias a ti por soltarme buenas palabras sin importar el momento. Gracias a ti por chocarme el puño o sonreírme para saludarnos. Gracias a ti que bailaste a mi lado en alguna fiesta y se nos olvidó por un momento todo aquello que nos hacía sufrir. Gracias a ti con quien compartí tardes que parecían aburridas y acabaron siendo de las mejores anécdotas para contar Gracias a ti por cada puta risa que nos hemos echado, por cada pique estúpido que hemos tenido, e incluso por las broncas grandes que nos han hecho madurar. Gracias a ti que entraste en mi vida y mas tarde te fuiste porque sin esa época nada sería lo mismo. Gracias a ti que me aguantaste en mis peores días cuando no quería hablar con nadie y pese a ello me dirigiste la palabra aun sabiendo que podría haberte contestado mal.Gracias a ti por cada mísero detalle que has tenido conmigo. Gracias a ti por decirme lo guapa que estaba con mis ojeras y sin maquillar. Gracias a ti por los desayunos, comidas y cenas que hemos compartido. Gracias a ti por todo un verano más que ha cambiado muchas cosas, por cada noche de calor y frío, por cada cachimba compartida, por cada canción. Gracias a ti que quedaste conmigo alguna tarde simplemente para ver una película. Gracias a ti por escucharme cuando me estresaba y no sabía qué hacer, cuando pensé el tirarlo todo por la borda y supe reaccionar, gracias por permanecer a mi lado cuando lloré porque me asustaba subir a un escenario. Gracias a ti por los días a bordo del Grand Holiday. Gracias a ti por ser mi constante, por convertirte en un pilar fundamental tras haber perdido otros de los no era consciente.

Simplemente gracias si alguna vez has estado ahí. Gracias porque este año ha sido el primero en el que me he dado cuenta de que la felicidad no es que te pasen cosas buenas, es que crezcas con cada bache y sigas adelante con una sonrisa. Porque quieres, no por compromiso. Y por primera vez creo que puedo decir que me he dado cuenta de que soy feliz a pleno. Cuando empezó el calendario el 1 de enero, solo podía pensar en que el 2013 llevaba implícita la mala suerte, ya sea una viernes o un martes, no depara nada bueno. Lo cierto es que nunca he sido supersticiosa y no creo que llegue a serlo nunca. La mala suerte no llega tras hacer añicos un espejo o tras volcar un bote de sal. A mi parecer es mejor creer que todos esos pedacitos de cristal y esos gránulos blancos son las oportunidades que vas a tener a lo largo de tu vida. Porque, si te paras a pensarlo, son miles y miles. Eso ha supuesto el 2013 para mí. Una puerta de oportunidades que brotaban sin cesar. Una puerta de momentos que aprovechar, que vivir. Momentos de decidir y de salir adelante hacia algo nuevo. Me ha dado la oportunidad de aprender a no hundirme, a reflexionar conmigo misma y a tomar las riendas de lo que me asustaba. De decir “lo quiero” y hacer lo imposible para que todo saliese bien. Me ha dejado ser y actuar como una persona mayor, organizar yo misma aquello que nacía en mi cabeza y darme cuenta de que pese a todo, puedo con lo que se me venga encima.

Por eso ahora asocio el 13 con algo especial y diferente, y creedme que con él se  ha abierto la puerta a muchos otros años que serán mejores, pero ha sido el primero en ser el mejor.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Baños con luciérnagas




El reloj se acercaba tímidamente a la una de la madrugada y la bañera desprendía abundante vapor, señal de que el agua estaba caliente. El dedo meñique de su pie izquierdo huyó rápidamente al contactar con la elevada temperatura en la que se sumergía. Un segundo mas tarde repitió la acción y, poco a poco, su piel se acostumbró a ese calor asfixiante pero apacible. Una vez todo su cuerpo se vió cubierto de gotas de agua, él procedió a introducirse para hacerle compañía al tiempo que agachaba su cabeza algo mas que el resto de sus extremidades, para así poder saludarla con un cariñoso beso. Cuando se hubo acomodado a su vera, la abrazó con fuerza y le susurró al oído un “Te quiero” que erizó cada centímetro de su piel. Ella se limitó a sonreír y a pensar para si misma lo estúpida que parecía cuando estaba a su lado, lo indefensa y pequeña que se sentía y lo mucho que él la protegía. Sobre el agua flotaban un par de lucecitas que hacían de aquello algo aún mas especial. Ella las llamaba luciérnagas, sus particulares luciérnagas. Al igual que esos bichitos con forma de gusano que pocas personas pueden presumir de haber visto, ella se sentía mas especial que ninguna. Única. Giró su cabeza un poco y le observó al tiempo que sonreía. Esa sonrisa de la que esperaba ser el motivo. Esa sonrisa que le ganaba a aquellas luces y se encargaba de iluminar el cuarto de baño. Esa sonrisa que, como la suya, eran el motivo de haber encontrado cada uno a su propia luciérnaga.

sábado, 24 de agosto de 2013

3:45

Una de las múltiples versiones existentes de Wonderful Life suena en sus cascos a un volumen superior del que debería. Como ayer, antes de ayer y ,como desde hace muchos días, su voz no aparece. El nudo constante en su garganta la oprime por dentro. Está asustada y tiene miedo. Desde hace meses teme a la vida, a lo que le depara. El pasar de las horas se ha convertido en un martirio constante en el que baraja infinidad de posibilidades, infinidad de “Y si....” Sabe que no está preparada, que en el fondo sigue siendo un cría. Nadie le advirtió que la madurez llega de repente a tu puerta y te abraza tan fuerte que eres incapaz de soltarte. Nadie le advirtió que sin mas dilación un día eliges tu camino. Nadie le advirtió. A cada segundo que pasa miles de voces le susurran que siga adelante, que no tenga miedo al futuro, que el mundo no acaba si te equivocas. Que un error no supone el fin, y que nunca se es lo demasiado viejo como para enmendar errores. Pero ella no escucha. En su cabeza solo hay hueco para una canción. Qué vida tan maravillosa. 

martes, 9 de abril de 2013

El abismo en su mirada


[...] El sol volvía a asomar por uno de los huecos de su persiana como cada mañana. Entre las sábanas revueltas de su cama se decía a si misma que ya iba siendo hora de levantarse y saludar a un nuevo día. ¿Nuevo? Bueno, quizá sólo en el sentido figurado. Desde hacía un par de meses la rutina se había convertido en su miseria. El pasar de las horas la martirizaba intensamente y en ocasiones, dudaba acerca de si prefería que el tiempo transcurriese más deprisa o si la solución era que se parase para siempre. Sin embargo, las respuestas nunca acudían a su ayuda y por ello vivía en una continua espiral que carecía de sentido alguno. El impulso, la motivación, las ganas de comerse el mundo, se habían esfumado por la puerta trasera y no parecían tener intención de regresar. Pero a ella no le importaba, se había acostumbrado a ese vacío continuo dentro del pecho. A la indiferencia. Quizá todo empezó cuando se enamoró por primera vez, cuando se percató de que él ocupaba su cabeza las veinticuatro horas del día y de que las piernas le temblaban cada vez que la agarraba por la cintura. Lo lógico hubiera sido que con la cabeza a pájaros y el estómago lleno de mariposas no le hubiese importante nada ni nadie más, pero al menos fuese feliz. Pero ella no funcionaba con lógica. No era esa clase de personas que llevan implícito un manual de instrucciones y se conoce al detalle su funcionamiento. Ella se asustó. Le atemorizó el hecho de que otra persona pudiese resultarle más importante que sí misma y su mundo. Le dio miedo entregar toda su piel y dejarse llevar. Así que acabó por fumigar su interior y hacer desaparecer cada una de esas mariposas que volaban a su antojo dentro de su cuerpo provocando sensaciones de una mezcla de placer y angustia. A fin de cuentas siempre odió los bichos voladores.

lunes, 18 de febrero de 2013

No me siento yo porque mi yo no está completo.


En tanto que el tiempo pasa, mis ganas pesan cada día más. Me retuerzo cada noche entre las sábanas soñando con ese abrazo que tanto deseo. Ese olor pegado en mi pelo y esa sonrisa que brilla más que el sol. Cada instante hay una voz constante que me susurra tu nombre. ¿Por qué no estás aquí? Te quiero conmigo andando sin rumbo por la calle, hablando en susurros para no llamar la atención de nadie y riendo a carcajadas por tonterías que solamente entenderíamos tú y yo. Quiero esos choques de manos cuando de nuestra boca salían las mismas palabras al mismo tiempo sincronizadas, tus “estás de la olla” seguido de un “cómo te quiero” y los vasos hasta arriba que se vaciaban al mismo tiempo que nuestra estabilidad desaparecía.  Las cientos de canciones que nos marcaron, que nos hicieron dar saltos y gritar como si no existiese mañana. Esas que hacen eco en mí día si, día también. Esas que me recuerdan cuando todo parecía al borde del abismo y tú lo arreglabas con esa forma de ser que tanto te caracteriza y te hace especial. Esa forma de ser que aguantaba mis días odiosos y le encantaba sacarme a tomar algo para arreglarlo. Brindábamos por el momento y por lo que éramos. Todavía brindo por un nosotros que sigue vivo. Un nosotros que extraña los veranos al sol y las tardes interminables muriendo de calor. Un nosotros que dice “coño, te quiero aquí.” Un nosotros que desde hace tiempo es un triste yo. Un yo que te echa de menos, un yo al que le faltan los insultos cariñosos, un yo que todavía espera el momento de verte otra vez. Un yo que te necesita de verdad. Un yo que tú hacías un poquito más feliz. Un yo que siempre fue tú.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Y me perdí.


Desconectar totalmente, sentir la soledad invadiendo sus alrededores, apenas un minuto para pensar... solamente buscaba eso. Un lugar donde lograr olvidarse por un momento del puto mundo y de su puta felicidad extrema. No había motivos para ser feliz, o al menos, no aquella vez. Odiaba todo cuanto existía en la vida, odiaba incluso a su propia persona. Se hallaba perdida entre un millón de gente que creía saber algo y, en realidad, no tenía ni idea. Iba comprobando poco a poco como cada uno de los valores que la habían forjado como ser humano se iban desvaneciendo con el paso de las horas. Iba comprobando poco a poco cómo se iba desvaneciendo ella misma. En su interior no quedaba rastro alguno de sentimientos, la habían abandonado hasta un punto en el cual no existían posibilidad de retorno. Aquella noche su interior era como el Sahara un invierno a altas horas de la madrugada. Frío. Helado. Aquella noche un viento siberiano recorría sus costillas y miles de suspiros anidaban en su boca. Se preparaba para cuando por fin acabase la cuenta atrás y las lagrimas acudiesen al llanto. Se sorprendió a si misma, pues hasta ese punto, había conseguido ser mas fuerte de lo que nunca antes había sido. Necesitaba el calor de una persona, un abrazo sincero, volver a sentir moverse algo en su cuerpo. Sin embargo, nadie era capaz de lograrlo. Nadie era capaz de compréndela, o al menos eso era lo que ella pensaba. Tenía tanto que contarle al mundo y había tan poca valentía en su ser... acabó creando un cumulo que explotó haciéndola pedazos en sus adentros. Se sentía frágil y vulnerable y se esforzaba por ocultárselo al resto. Le asustaba parecer débil. Guardaba sus pensamientos bajo llave y no confiaba si quiera en los que consideraba los “suyos”. Temía ser herida por las personas. Pero se equivocaba. El único ser humano que la hirió fue ella misma. Acabó por autodestruirse convirtiéndose en una sombra pálida y fría de lo que alguna vez fue, y temía no recuperarse nunca.